Arahal, también sin castañas este año

Parece que este “bichito”, término que llega ya a producir cierta aversión, ha llegado para quitarnos toda nuestra vida y celebraciones. Lo que no se esperaba es que también nos arrebataría la tradición gastronómica de cada otoño por antonomasia: las castañas asadas.

Rosario y José María muestran las ollas vacías en la Palmera. Foto: E.J.L.

El negocio ‘temporal’ que desde varias décadas regentan José María Rosa y Rosario Expósito no se ve en el sitio donde tantos años ha estado. Es en La Palmera, el lugar donde se firma cada otoño con los cartuchos grises de siempre y con las colas de siempre. Sin embargo, hasta en esto el 2020 es distinto.

Este matrimonio de arahalenses, cogieron el testigo del padre de Rosario -Ricardo Expósito “el pecero”- y allá que se plantaron los dos, con más ilusión y ánimos que castañas bien tostadas, para montar un punto fijo donde pequeños y grandes pudieran comprar el complemento perfecto a una mesa de camilla con buena gente sentada. Este año, ni mucha compañía ni castañas. Así está la situación.

Treinta son los años al pie de la puerta de la extinta y gran fábrica de La Palmera. Ellos han vivido el esplendor, caída y cierre de una de las insignias de la industria aceitunera de Arahal. Han visto a sus espaldas la transición de un terreno cerrado y ruinoso a convertirse en una de las zonas de mayor concentración de viviendas de población joven que se han apuntado a la tradición de ir a por un “cartuchito” de castañas, normalmente de la Sierra de Ronda o Aracena, porque eso nunca pasa de moda.

José María y Rosario en su puesto hace unos años. Foto: familia.

Una parte de sus vidas muy importante

José María recuerda los primeros días donde le faltaba poco para llorar porque para saber controlar el fuego y conocer su punto exacto, se necesitan muchos kilos de castañas sin obviar las primeras chamuscadas. Hoy, con tres décadas como castañeros, ningún año han faltado a su cita, excepto uno por motivos de salud y este, que a fin de cuentas tiene casi la misma justificación: entre los nietos pequeños y ser población de riesgo, han decidido que no es el año más adecuado. Es difícil conversar con ellos detrás de la gran puerta de La Palmera sin que de vez en cuando, una mirada nostálgica y fugaz se les escape a alguno de los dos en esa dirección. Es ahí justo donde sus tres hijos (José Antonio, Mati y Rosa María) han cumplido fríos otoños junto al calor de unos padres que han luchado para ganar algo con lo que pagar los libros del colegio o cualquier ropa de abrigo que hiciera falta. Algunas mañanas de frío son muy traicioneras en Arahal.

Alrededor de 45 días echaban con su puesto montado en el zaguán del gran barrio del Polígono. Desde el puente de octubre hasta finales de noviembre. Todas esas jornadas, a razón de 90 kilos por día, dan más de 4000 kilos de castañas que han disfrutado arahalenses -y no solo ellos- gracias a una familia volcada con hacer disfrutar nuestras largas y anochecidas tardes de otoño. Hablar de este barrio siempre será motivo de alegría, como dice José María mirando al horizonte, seguro que recordando aquellos años viviendo en los bloques de pisos muy cerca de donde hoy habla junto a Rosario.

Un año muy extraño sin castañas

El carro guardado en un almacén municipal. Foto: E.J.L.

Para la entrevista han traído algunas ollas y algún que otro artilugio para asar castañas. Todo está vacío este año. Les ha faltado por traer lo más vistoso: el carro. Este, se ubica “casi confinado”, que no olvidado, entre otros muchos objetos con los que comparte techo en un almacén municipal.

 Este año, que no hay prisas por tener rajadas las castañas a tiempo antes de montar el puesto, recuerdan todos los colegios y eventos en los que han estado enseñando un oficio que, aunque temporal, no debería de perderse. Mati, una de las hijas, se suma a este recuerdo colectivo rememorando las tardes en casa preparando las castañas, incluso antes de hacer los deberes. En el carro verde del Polígono no solo había castañas: nueces y almendras acompañaban este bodegón otoñal tan apetecible.

Se sienten muy aburridos, como es normal, añorando todos los momentos en el puesto. Lo que no echan de menos, y ríen al recordarlo, son las ampollas y la sensibilidad perdida en los pulgares junto a los cortes. Por cierto, confiesan también que el secreto de las castañas no solo está en el fuego, sino también en que estén frescas.

Dicen que incluso este año no hay muchas castañas. Este año no hay mucho de nada.

 

Eugenio Jiménez L.

Redactor de MedialTV. Presenta los programas "De Tarde en Tarde", "Nuestra Gente" y "Horizonte Cultural" en la televisión de este medio.

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