14-M: Un año desde que el virus nos cambió la vida

  • Nos faltan abrazos, besos, conversaciones, momentos, celebraciones, risas y, sobre todo, personas. La mayoría de ellas, seres humanos buenos e inocentes que se han ido de la forma más cruel e injusta posible: en soledad y sin el cariño y el amor de su gente.
Residente de la Residencia Madre Encarnación de Arahal comunicándose con sus familiares a través de las nuevas tecnologías.

Alejandro Solano

Sí, hoy es 14 de marzo. Un día de un mes que, probablemente, no vamos a olvidar nunca. Se cumple un año desde que se decretase el Estado de Alarma, desde que el mundo se parara y desde que un virus desconocido nos atemorizara y nos diera un golpe sin esperarlo para cambiarnos nuestro día a día, para presentarnos una nueva realidad de mascarillas y distancias que odiamos y con la que aún hoy, 365 días después, seguimos conviviendo y luchando.

La nueva realidad es una realidad que no nos gusta. En una sociedad marcada por el consumismo y la globalización, muchos querían que el mundo cambiase pero jamás se hubieran imaginado ni hubiesen deseado que la nueva coyuntura fuera como la actual.

Y es que en lugar de un planeta mejor, ese deseo de transformación se ha convertido en una auténtica pesadilla que nos ha llenado de miedos, dudas e inseguridades. Un cúmulo de sensaciones negativas que, poco a poco, van dejando sitio a la esperanza gracias al milagro obrado por los científicos y sus vacunas.

Pero el camino está siendo complejo, duro y muy difícil. Atrás han quedado días de encierro, calles vacías y establecimientos cerrados, saludos, aplausos y conciertos improvisados desde el balcón o la azotea, miradas a la libertad por el cristal de una ventana, noches de insomnio, confinamientos controlados por militares y fuerzas de seguridad, visitas suspendidas, comunicaciones a través de una pantalla, vías desinfectadas o despedidas sin consuelo que, un año después y con la enfermedad aún  muy presente, evitamos repetir a toda costa (a pesar de la irresponsabilidad de algunos).

Porque en este tiempo hemos visto el lado más bello del hombre y la mujer con sus infinitas muestras de solidaridad, pero también el más egoísta y desagradable, el que sabíamos que existía en la especie humana y que, erróneamente, pensábamos que tras esta pandemia mundial iba a desaparecer. Nada más lejos de la realidad (de la antigua y de la nueva).

Una joven leyendo en la ventana desde durante el confinamiento.

Quizás es de lo poco que no ha cambiado tras la COVID-19, un virus que ha trastocado y modificado todo en nuestras vidas: proyectos, celebraciones, negocios, tradiciones… Novios que no han podido darse el ‘sí quiero’, cofrades que, por segundo año consecutivo, tienen que rezar a sus titulares en la más absoluta intimidad, empresarios que vieron esfumarse el sueño por el que tanto trabajaron, amigos que han pospuesto sus ansiados encuentros, ciudadanos que han perdido sus empleos y comercios o familiares que no han tenido, ni tan siquiera, la oportunidad de despedirse de sus seres queridos.

Muchos cambios bruscos que casi no hemos asimilado todavía. Porque nos faltan muchas cosas de importancia que añoramos y que antes no valorábamos. Ahora, nos hemos dado cuenta de qué significa un beso, hemos entendido cuánto vale el calor de un abrazo, hemos aprendido a saborear un café junto a una buena charla o hemos apreciado cuánto aporta una bonita sonrisa.

Cosas pequeñas que nos hacían sentirnos grandes y que, sin dudas, volverán. Con tiempo, con paciencia y con el recuerdo siempre de aquellos que, dolorosamente, ya no están físicamente presente, regresarán. Desconocemos aún cuando, pero lo harán. Recuperaremos esa vida de la que tanto nos quejábamos pero que ahora pedimos a gritos que nos devuelvan.  

Queremos esa vida. La ansiamos. Para muchos que han perdido a seres queridos, nada volverá a ser como antes, pero, en memoria de ellos, tampoco quieren que su hoy, el tuyo o el mío, sea nuestro mañana.

Por eso, por ese objetivo, la sociedad, con sus mal pagados héroes de batas blancas al frente, sigue luchando, a pesar de las imprudencias de unos cuantos.

La luz sigue estando lejos, pero empezamos a vislumbrarla. El recorrido aún es largo, pero llegaremos a su final y ahí, sentiremos, como un maratoniano al llegar a meta, el sabor de la victoria. O lo que es lo mismo, el sabor de una vida que nunca y jamás debimos perder.

Alejandro Solano Cintado

Periodista, redactor de MedialTV. Presenta los "Servicios informativos" y el programa deportivo "Graderío Sur" en la televisión de este medio.

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