Bar STOP: medio siglo de cafés, arte y buena gente
- Este mítico negocio familiar ha sido testigo de la historia de la sociedad arahalense durante los últimos 50 años. El establecimiento, ubicado en un lugar estratégico de la localidad, sirve cada día, desde bien temprano, de punto de encuentro y convivencia entre vecinos

Si preguntas en Arahal por bares emblemáticos o históricos, entre la terna de nombres que la mayoría pensaría rápidamente como respuesta, estaría, sin lugar a dudas, Bar STOP.
Este negocio familiar celebra este mes sus bodas de oro. Era el 2 de febrero de 1975, con la dictadura franquista en sus últimos compases, cuando Manuel Brenes Guillena, junto a su hijo mayor Juan y Manuel y Antonio después (siendo prácticamente unos niños), inauguraban este lugar como establecimiento de bebidas en plena carretera Sevilla-Málaga, vía que anteriormente transcurría por las actuales calles Óleo, Puerta Osuna y Barriete, entre otras.
Por tanto, un nuevo comercio abría sus puertas en un punto estratégico y de los más populares de la localidad: “la zona del bar”, lugar de paso y de parada obligada en algunos de los legendarios establecimientos en este enclave desde el siglo pasado: “Los Cabales”, «El 65», «Matamoros», “Los Tres Gatos”, «Bar de Franco», «Matamoros», «Ramírez», «Ontanilla», Bar «El Granaíto», Bodega «La Verdad» o el propio “Bar STOP”.
Décadas después, no todos han sobrevivido al paso del tiempo. Unos cerraron sus puertas tras la jubilación de sus propietarios, otros han continuado con cambios en su dirección y apenas uno de ellos se ha mantenido, a través de trabajo, constancia y buen hacer, con la misma familia al frente: es el caso del Bar STOP y la familia Brenes.
Cinco décadas de sacrificio y tesón tras una barra que ha visto pasar a generaciones de arahalenses desde que en el 75 el patriarca (Manuel) decidiera convertir un antiguo taller de bicicletas, propiedad de la familia Brenes Gago, en un lugar de bebidas que iría convirtiéndose con el paso de los años en uno de los bares más señeros de Arahal. Antes de reformar este este local y escribir la primera página de la historia del Bar STOP, ya habían gestionado “La Fonda”, otro bar ubicado en el barrio de “El Altillo”.


Más que un bar
Pero Bar Stop no es un simple bar. Es más que eso. Es un punto de encuentro entre vecinos y amigos; es un lugar donde casi lo más importante es compartir conversaciones con el amigo o conocido del pueblo. Algo que sucede cada día desde bien temprano. Porque, desde antes de las 5 de la mañana, sus dueños abren las rejas para no dejar de servir cafés y copas de anís durante toda la mañana, especialmente a aquellos que hacen su primera parada antes de partir hacia el campo para cumplir con sus tareas agrícolas o a sus distintas labores profesionales: “calculo que podremos poner unos 200 cafés cada día”, afirma Manuel Brenes Catalán, la tercera generación que está al frente del bar.
Así lo sienten la gran mayoría de la clientela que acude frecuentemente. Para muchos, «el STOP» es su segunda casa por la familiaridad y el ambiente que se respira: “hay clientes que están aquí más horas que yo, por eso son de la familia”, afirma un orgulloso Juan: «con ellos tengo anécdotas para escribir un libro».

De esa forma, también lo siente Manolito y Manuel (hermano e hijo de Juan). Hasta hace poco, los tres han sido las caras visibles de este negocio. Juan, ya jubilado, sigue acudiendo con asiduidad para ayudar en lo que pueda, pero, tras tantos años de entrega, son su hijo y su hermano los que ahora llevan el peso del negocio. Eso sí, con la ayuda del resto de la familia: mujeres, hijas e incluso nietos, quienes a pesar de ser unos niños no reparan en ayudar a sus padres o abuelos cuando es necesario: “Gracias a las mujeres de la familia, hemos llegado aquí. Esto es muy sacrificado, muchas horas aquí encerrados y muchos fines de semana y días sin salir. Si no lo hubieran entendido y apoyado, no hubiera sido posible seguir con esto”, manifiesta Manolito, quién añade que, a priori, no tenía en sus planes ser camarero: “a mí el oficio no me gustaba, pero con los años reconozco que este bar es lo más grande que nos ha pasado”.
En la misma línea, el mayor de los hermanos, Juan, asegura que esto ha sido clave: “el secreto de haber cumplido 50 años es llevarnos como nos llevamos en la familia. Siempre nos hemos respetado y ayudado”.


Un lugar con arte
Entre las paredes de este local, que con los años se ha ido agrandando y modificando, se respira arte, flamenco, alegría y buen ambiente. En su interior cabe todo el mundo para disfrutar de una cerveza bien fría mientras se habla de fútbol entre béticos y sevillistas con la guasa típica de esta tierra o se escucha fandangos, por ejemplo, con Manuel de la Tomasa o Sandra Carrasco al cante y David de Arahal a la guitarra.
Y es que Bar Stop es un bar de los de siempre, donde las tradiciones siguen presentes: por eso, es habitual ver a sus clientes jugar unas partidas de dados o meter algún que otro eurito en la rifa de jamones que se hace frecuentemente. Esto ha hecho que la mayoría sientan al Bar STOP como una parte más de sus casas.

El pollo frito, la especialidad
A todo lo anterior, se suma también su cocina. A la hora de comer, muy pocos se podrán resistir a su exquisito pollo frito, una receta que han heredado del fundador: “es patrimonio de mi padre y hay que defenderla”, dice emocionado Juan. Además del pollo, la gamba o el boquerón en vinagre se llevan una puntuación alta entre las tapas de su carta.
Una carta que también espera conservar Manuel, la generación más joven de un bar que se ha convertido para él en un estilo de vida (como le ha pasado a su padre y a su tío): “Yo me he criado con esto y es lo que he conocido. Tengo 39 años y llevo 26 años detrás de la barra. A veces me quejo, pero, en general, me lo paso bien. Intento ser disciplinado como me ha enseñado mi padre y atender a la gente con amabilidad y sabiendo estar en mi sitio”. Muchos días está acompañado de su mujer y de sus hijos, los cuales aprovechan, en ocasiones, una mesa del bar para adelantar deberes mientras su padre va poniendo otra de pollo a petición de un cliente: “a mí me gusta, aunque mis padres me dicen que estudie primero”, dice el pequeño Aimar. Quién sabe si el día de mañana estos niños pueden convertirse la cuarta generación al frente del negocio».
Fiesta de celebración
Este compendio de factores ha hecho que se hayan ganado el corazón de la gente: “son muchas vivencias con ellos. Siempre han estado ahí, para lo bueno y lo malo. Son una familia súper agradable y muy luchadora, por eso se merecen esto que ha sido ganado a base de esfuerzo”, manifestaba José Manuel Hurtado, uno de los clientes que acudía el pasado lunes a la fiesta de celebración que los propietarios prepararon para agradecer a su fiel clientela.
A ella, asistieron decenas de amigos que quisieron acompañar a la familia en un día tan especial para ellos. Por eso, Juan, Manolito y Manuel, al igual que todos sus familiares, estaban más que felices al ver su bar abarrotado de seres queridos: esa noche recibieron varios regalos (como una placa o un cuadro con la imagen del bar), pero, sobre todo, fueron recompensados con el mayor de los presentes, que no es otro que el inmenso cariño que todos le tienen.
Entre risas, diversión y también, emoción, los asistentes, en una noche para el recuerdo, compartían un deseo de forma unánime: que el Bar Stop agrande su historia, por lo menos, otros 50 años. ¡Qué así sea!

Periodista, redactor de MedialTV. Presenta los «Servicios informativos» y el programa deportivo «Graderío Sur» en la televisión de este medio.