Tiempo de nostalgia

Hoy es 13 de junio y os escribo en una noche fría, oscura, de silencio, de nostalgia y, a la vez, con mucho sentimiento. Este año por culpa de esta maldita pandemia que nos está asolando, no estemos viviendo uno de los días más hermosos de nuestra tierra.

Hoy el Santo más bendito de Arahal debería estar repartiendo su gracia por nuestro pueblo, pero a la vez este año sería más especial también porque estaríamos en las vísperas del Corpus: día ansiado por mí, este que os habla.

Este año no ha habido prisas ni nervios ni esa temprana recogida de las espigas de trigo y de las uvas que la familia Camacho nos donan para el altar que montaba con los amigos. Una noche que se tornará difícil a la hora de conciliar el sueño porque seguro que los recuerdos brotarán del corazón.

Los paseos al Convento de las monjas para hablar con Sor Herminia para ver qué nos podría prestar para el altar, Pepe el cura preguntándome qué me traía entre manos cada año, la ayuda desinteresada de los amigos: Benjamín, Fali, Eugenio, Mª José -mi mujer-, el celo desmedido de mi padre por todos los detalles del altar y sobre todo por guardar el trabajo que habíamos realizado no solo en una noche, sino en meses y todo por amor a Jesús Sacramentado.

Todo por Él: por el amor que mi padre infundió en mis adentros. Todo por amor a Dios en una noche que se tercia larga, pero a la vez hermosa.

Por Álvaro Rodríguez.