David de Arahal triunfó en la Bienal con su «Callejón del Arte»
CALLEJÓN DEL ARTE es el segundo disco de David de Arahal, presentado en la Bienal, en un Espacio Turina casi lleno y desatando la emoción del público
José Francisco López / Sala Turina - Bienal de Sevilla
David de Arahal presentó el viernes 27 de septiembre de 2024 su segundo disco en solitario: “Callejón del Arte” en el marco de la XXIII Bienal flamenca de Sevilla.
Ese viernes 27 quedará en los anales de la memoria de David, y también de su familia, y, por supuesto, de cuantos aficionados nos encontrábamos en el Espacio Turina, en los cimientos del Teatro Álvarez Quintero, en la calle Laraña, en pleno centro de Sevilla, juntito a La Plaza de la Encarnación y a escasos 200 metros de La Campana y del antiguo Bar Pinto por donde pasaron los más grandes para rendir pleitesía a Pepe y Pastora. A buen seguro que los espíritus de Pepe Pinto y La Niña de los Peines, con todos sus ancestros arahalenses, escucharon y se deleitaron con la sonanta de este joven de Arahal que no toca la guitarra, la acaricia y le susurra para que, a veces, sea un manantial de agua mansa y serena, y otras veces un lamento desgarrador y frenético, un quejío de pasión.
Callejón del Arte, vereda de emociones
Ante un público expectante David de Arahal comenzó con la granaína “Claveles Rojos”, intimista, con acordes sentidos, el típico “glissando” y trémolos que me transportaron al patio de los Arrayanes, al sonido del agua en su borboteo melódico y constante. Parece que cuando David toca el tiempo se detiene, y la serenidad convierte la música en un susurro.
Con los jaleos que dan título al disco se llenó el teatro de compás. David jugaba con los silencios y con el tempo, ahí me acordé de Miguel Vargas, el gran guitarrista extremeño y maestro de los jaleos.
Tras los jaleos abordó “La soleá de los Resplandores“, que inundó de luz clara el teatro, y me recordó un resplandor entre olivos camino de Morón para sentir los ecos de Diego del Gastor. Una maravilla. A estas alturas el público estaba totalmente entregado entre palmas y olés.
Después abordó la caña titulada “San Francisco”, hermosísima y con un trémolo imitando el típico ayeo de la caña verdaderamente maravilloso.
A continuación el tema “Guardacoche”, dedicado a Rafael Frías, conocido con ese sobrenombre, y que demuestra la generosidad, admiración y respeto que David siente por los grandes aficionados que le han apoyado siempre. Comenzó sonando la voz grabada de nuestro amigo Rafael cantando la taranta “La puebla y el Quintanar/entre Chinchilla y Bonete…” , ese magnífico toque de Levante me recordó a la genial minera de Don Ramón Montoya.
Presentó después a los músicos que le acompañaban, todos extraordinarios: Ángel Vera, como segunda guitarra, Lito Mánez a la percusión y los hermanos Gamero a las palmas.
Nos contó David, que el título del tanguillo “Jazmín” se debía a que en su calle una señora que tiene un jazmín en su casa colocaba cartuchos de papel lleno de jazmines a todas sus vecinas, y que él es un enamorado de las cosas sencillas, y no le falta razón a David, porque la “jondura” de lo sencillo puede ser infinita, como lo es la “jondura” de ese tanguillo cargado de compás, y que suena a primavera colmada de azahar, primavera que busca La Caleta y la Viña.
Azul azabache es una bulería anticipada por David hace unos meses, que va directamente a la esencia del palo, libre de artificios y en perfecta armonía con la percusión que se lució en este tema.
Y después, aunque no venía en el programa, la SEGUIRIYA, en mayúsculas, en un toque que por sí solo te eriza la piel, pero si encima sale al escenario Manuel de la Tomasa, pletórico, y nos regala un cante por Seguiriyas que hizo que se me saltaran las lágrimas, pues… emoción pura…
El suspirito que me despertó / se ha clavaíto / adentro de mi corazón…
Cerró David con su “Avenida de los Cisnes”, unas maravillosas alegrías, que lo tiene todo, ritmo, compás, armonía, trémolos, picados y un bordón juguetón que te lleva al frenesí. Ovación, puerta grande, palmás a compás, emoción del público y de David al acordarse de los suyos y dos maravillosos regalos para terminar.
El primero la copla “Poema de mi soledad”, una de mis favoritas, como su interprete, Gracia Montes, que tenía un jilguero en la garganta. La versión que hace David es maravillosa, repleta de sensibilidad, y ese trémolo…, otra vez el trémolo invocando: La luna dorada, tus penas y mis penas/ y de madrugada soledad morena/ y de madrugada, tus penas y mis penas/soledad, soledad, soledad…
El regalo final fueron unos fandangos con Sandra Carrasco que terminaron de emocionar al público que despidió a los artistas con un aplauso interminable y verdaderamente emocionado.
Sandra definió a la perfección a David de Arahal, dijo que lo estaba viendo crecer con unas fuertes raíces, que su música es amor, guitarra hipnótica y nos da la calma que necesitamos. Amén.
David de Arahal, en el camino de los más grandes
David de Arahal, al tomar la guitarra entre sus manos, desata un río de sonidos que fluyen como la memoria viva de la tierra andaluza. Cada rasgueo es un latido del pasado, un eco de antiguas voces que se deslizan entre cuerdas tensas, cargadas de duende. Su toque no es solo técnico, claro y limpio, sino visceral, como si sus dedos hubieran nacido para esculpir el aire con los acordes que rezuman pasión y lamento.
Cuando David acaricia la guitarra, no la toca; la invoca. Sus falsetas, que parecen respirar por sí mismas, llevan la cadencia de una conversación íntima con los elementos, como si dialogara con el viento, el fuego y el agua. Hay en su estilo una hondura que sobrepasa el virtuosismo, una claridad que desarma, donde cada nota nace desnuda, sin más ornamento que su verdad. Es un joven que lleva en la sangre siglos de tradición, pero que también escucha el murmullo del presente, tendiendo puentes entre lo que fue y lo que será.
En sus manos, la guitarra llora, ríe, suspira y calla. David de Arahal no solo interpreta; cuenta historias sin palabras, dibuja paisajes invisibles con el sonido. Y en esa entrega, uno no puede más que sucumbir al embrujo, dejándose llevar por los caminos infinitos de su flamenco. Porque en cada compás, en cada silencio, se oye el eco del sur, el pulso antiguo de una cultura que, a través de él, sigue viva, inquieta, y siempre en busca de lo inalcanzable.
Ficha artística:
Callejón del Arte, de David de Arahal DAVID DE ARAHAL, guitarra ÁNGEL VERA, segunda guitarra LITO MÁNEZ, percusión HERMANOS GAMERO, palmas |
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