La Última Peseta de Arahal cumple 60 años: hacer pueblo y barrio desde la barra

  • Este bar mítico cumple seis décadas de servicio al cliente y a los vecinos de Arahal
  • El mimo de los desayunos, la fama de sus prietas, el trato cercano y su ubicación como punto de encuentro de vecinos y foráneos le han conformado una fama en toda Andalucía
  • «Más que un bar es una universidad», comenta Francisco Fernández, uno de los dueños, por todas las conversaciones que se escuchan desde la barra
Francisco y José Manuel Fernández Martín, propietarios de La Última Peseta de Arahal. Imagen: MedialTV

La Historia de nuestro Arahal no solo la escriben sus vecinos, sino también sus establecimientos. Lugares como La Última Peseta pertenecen a uno de esos puntos cardinales que conforman nuestro callejero urbano, sentimental y cafetero del pueblo. Con 60 años a las espaldas ha sido uno de los lugares donde más se ha notado tanto el crecimiento como la evolución de la sociedad local. De empezar en el mítico quiosco, que aún hoy se conserva, hasta el local de la actualidad se pierde la cuenta en un infinito de clientes de los anises servidos, cafés echados y las cervezas compartidas.

Trabajo, trabajo y más trabajo. Ese ha sido el santo y seña de este negocio desde que en los últimos meses de 1962 a Manuel Fernández, «Lastra», se le concedió la licencia de kiosko tras años como ganadero. Años de penurias, de reuniones a escondidas de los que perdieron todo o casi todo tras la Guerra; de tabaco de picadura, arrobas de aguardiente, de madrugones de galeras para los tajos y corozo para calentar calderos.

 

Manuel Fernández, «Lastra», fundador del bar.

Su localización junto a la antigua carretera Sevilla-Málaga le configuró una doble identidad en la hostelería: era un bar de carretera dentro de un pueblo. De esta forma, el servicio era cercano con gente que, como sitio de paso, no volverían durante un tiempo. Sin embargo, el trato que siempre se le ha dispensado al cliente servía como referencia para parar en las siguientes ocasiones, como de hecho sigue pasando, aunque tengan que salirse de la Autovía y adentrarse en el pueblo unos metros. A mediados de los 70, ampliaron las instalaciones al edificio actual, el último número par del largo Barriete. Aunque el ya agrandado bar seguía con esa denominación, bien podría ser la delegación de todo el barrio de La Venta: siempre pendiente al vecino, fiándose lo que hiciera falta y el tiempo necesario y vendiendo de todo lo que se precisara: «hasta chupetes y aspirina», como recuerda Francisco.

En La Última Peseta se instaló uno de los primeros teléfonos en la localidad y, por ende, el primero del barrio. De esta forma, también se convirtieron en la centralita para las noticias buenas y malas. Manuel y Francisco, siendo unos zagales, eran los que corrían de casa en casa avisando de las llamabas que llegaban: del aviso médico desde el antiguo García Morato a el novio que llamaba desde la mili o la prima de Barcelona que iba a ser madre. 

 

A la dcha. de la foto, el kiosko primitivo de La Última Peseta junto a las obras de ampliación en los años 70.

Un nombre puesto por los arahalenses


Al ser el sitio donde se gastaba la gente la última Peseta en aguardiente antes de ir al trabajo hizo que del imaginario local le brindara el nombre actual. Hecho curioso que el nombre de un establecimiento no se lo pusieran los dueños, sino su clientela. Desde décadas, además, se ha consolidado no solo como punto de encuentro previo al trabajo, sino también de actividades deportivas como los cazadores o para la infinidad de ciclistas que llegan y desayunan los fines de semana o, mínimo, llenan sus cantimploras. Porque eso también, «aquí hay agua para todos», comenta Francisco. Incluso, en época de aceituna, hasta hay que pedir número para llenar las garrafas en los surtidores que tienen de autoservicio.

Por detalles como ese y mucho más, La Última Peseta aparece como los primeros nombres que asaltan la cabeza de cualquier foráneo al que se le pregunta por Arahal o «El Arahal», como siguen diciendo muchos anclados en esa vieja toponimia. En el recuerdo de todos ellos, seguro que permanece la primera dudosa impresión y el posterior agrado que le produjo la aceituna prieta que probaron en un desayuno, otro de los motivos de su fama.

 

José Manuel y Francisco atendiendo en la barra.
 
Dedicación y pasión por la hostelería

Dice la canción que «veinte años no son nada» y algunos se atreverán a decir que sesenta tampoco, pero para ellos se queda una juventud y vida de familia perdida siempre en la barra. Tras tantos días de cara al cliente, escuchando y conversando, Francisco asevera que «más que un bar es una universidad» por todo lo que se aprende. Este establecimiento ha sido -y sigue- de casi veinticuatro horas al día abierto. De festivos y laborables. «Esto es un bar de batalla», define Manuel. Por eso, aunque ellos den la cara, no quieren olvidar a sus familias y, en especial, a Irene Martín, su madre, por la presencia eterna sin ser vistos en esta historia con olor a pan tostado y café en su punto.

La Última Peseta, punto de referencia para los de aquí -y los de allí- y entidad que, a parte de escribir parte de nuestra Historia, han arraigado el sentimiento de pueblo y vecindad. Felicidades.

 


El programa «Nuestra Gente», de Medial TV, realizó una entrevista repasando la historia del establecimiento. Si quieres verla, PINCHA AQUÍ para abonarte en nuestra tv a la carta para que disfrutes de este contenido y mucho más.

Eugenio Jiménez L.

Redactor de MedialTV. Presenta los programas "De Tarde en Tarde", "Nuestra Gente" y "Horizonte Cultural" en la televisión de este medio.

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